Se encuentra en todo tipo de medios abiertos, desde el nivel del mar hasta la alta montaña, aunque escasea por encima de los 1.500 metros de altitud. Se halla en regresión, sometida a un intenso aprovechamiento cinegético y con problemas derivados de la alteración de los paisajes agrarios de los que
depende.
Es una especie de ave galliforme de la familia Phasianidae autóctona de Europa sudoccidental. Se extiende por Francia, la península ibérica y el noroeste de Italia, además de Córcega y las Baleares. Se ha naturalizado en el sur del Reino Unido, donde fue introducida como especie cinegética.
COMPORTAMIENTO
El macho se diferencia ligeramente de la hembra por su mayor tamaño y cabeza prominente. En las patas aparece un espolón que crece y se encalla con la edad. Las hembras viejas también pueden presentar este espolón, conocidas por ello como “machorras”. Además, cuando están en plena jácara se les eriza las plumas cobrizas de la cabeza y nuca, adquiriendo mayor volumen y vigorosidad. Si nos fijamos en el cante, sólo el macho piñonea, llamada típica de pelea entre perdigones. También lo podemos distinguir rápidamente de la perdiz al alzar el vuelo, pues siempre el posesivo macho esperará a que su compañera levante el vuelo para seguirla y así poder controlarla desde atrás.
ALIMENTACIÓN
Los insectos Las perdices se alimentan principalmente de semillas y granos, los de trigo, avena o cebada les encantan. También forma parte esencial de su alimentación los tallos verdes y hojas de leguminosas como la alfalfa, o de lechuguinos y cerrajas entre otros, además de distintos frutos.
No les hacen ascos a cualquier jugoso insecto, larva, lombriz o molusco que se les pongan por delante. Durante la primera semana, crítica y determinante para la proliferación de la bandada, los poyos basan su alimentación en estos proteicos insectos.
REPRODUCCIÓN
El verdadero celo de la patirroja comienza con la entrada de la primavera, salvo en zonas más calientes donde puede adelantarse algo. Por esta época, las parejas tienen ya establecido su territorio y desaparece la violenta competencia por la hembra, teniendo entonces lugar la cópula.
Podemos distinguir entonces entre dos fases: el precelo, y el celo. A las puertas de mayo construyen el nido, en el suelo entre algún matorral limpio, al pie de alguna carrasca, en lo sucio de un barbecho o al abrigo de la siembra, allá donde encuentren cobijo y refugio.
Debemos tener en cuenta también las inclemencias del tiempo, pues las tormentas pueden atronar y mandar al traste los huevos, o un aguacero puede acabar con toda la pollada, lo que también provocará una segunda puesta. En agosto valoraremos el éxito de la pollada. Si vemos bandadas de 8 pollos volando tras la madre podremos darnos por satisfechos. Será un buen año de perdices.