Lo más característico del guarrito frito extremeño es el adobo que lleva a base de pimentón de la Vera y vino de pitarra. Lo deberemos hacer la noche anterior para que la carne se ablande y adquiera todo el sabor. Primero, machacaremos los dientes de ajo en un mortero junto con el romero, el tomillo, la albahaca y una cucharadita de sal. Echaremos cuatro cucharadas de aceite de oliva virgen extra y lo mezclaremos bien. Añadiremos uno de los vasos de vino de pitarra en el mortero, lo removeremos para aprovechar todo el majado y lo pasaremos a un recipiente más grande. Ahí, añadiremos el otro vaso de vino de pitarra y las dos cucharaditas de pimentón de la Vera dulce. Aparte, trocearemos el cochinillo en piezas no muy grandes y las sumergiremos en el adobo, removiendo bien para que todas las partes se bañen de él. Tapamos el recipiente con un plástico trasparente y lo metemos en el frigorífico durante toda la noche.

En la sartén donde vamos a freír el cochinillo frito extremeño, echaremos abundante aceite de oliva virgen extra y lo pondremos al fuego para que se vaya calentando. Mientras, escurriremos las piezas de lechón y, una vez caliente el aceite, las echaremos a la sartén. Dejaremos que la carne se haga bien por todos lados y vaya adquiriendo un color dorado oscuro. El tiempo dependerá del tamaño de los trozos y del gusto de los comensales, si lo prefieren más crujiente o más jugosos. Conforme vayan saliendo las piezas, las pondremos en un papel absorbente para quitar el exceso de aceite. Y, directamente, ya podremos servir nuestro cochinillo frito extremeño.