La ermita de Nuestra Señora de los Dolores se encuentra en el límite del casco urbano camino a Tentudía. Está concebida como ermita-humilladero aunque se encuentra profundamente modificada, debido a las sucesivas intervenciones que fueron practicando con el paso de los siglos, en el barroco sobre todo.
La actual es una construcción popular del siglo XVIII elaborada sobre mampostería encalada, y se cree que puede ser la antigua ermita de Nuestra Señora de las Angustias, una de las tres que había en la localidad en el siglo XVI junto con las de San Sebastián y San Roque. Hasta mediados de la década de los 50 estuvo cuidada por una familia del pueblo que vivía en ella, entre la sacristía, los bajos del camarín y dos habitaciones adosadas a la fachada sur ya desaparecidas.
Es de pequeñas dimensiones con una nave única, cubierta al exterior a dos aguas. Lo más destacado, además de su portada principal o de los pies, es el tambor octogonal que se asienta sobre la cabecera; cerrada con una cupulilla.
Se remata este cimborrio con un temple de la misma planta, coronado por un pequeño pináculo. La portada, de inspiración clásica, posee un gran valor plástico, con vano adintelado, cubierto por una cornisa moldurada varias veces, sobre pilastras toscanas. Remata el conjunto una espadaña de vano único, con dos pináculos flanqueando una cruz de hierro. En la fachada sur se encuentra la antigua puerta de entrada a la sacristía, hoy tapiada.
El presbiterio es lo más antiguo de la edificación (siglo XVI). Su bóveda original era muy baja, de ladrillo y apoyada en cuatro pechinas, se rompió para levantar un cimborrio con tambor octogonal y una cúpula que dio realce y altura a este espacio. La cúpula tiene linterna ciega en el centro y a los lados del pequeño altar hay dos columnas salomónicas.
En la última reforma que sufrió la ermita en el siglo XVIII, se incorporó la torre-capilla de contorno lobulado, que pasó a ser el camarín de la Virgen. En el centro de la bóveda está la figura de una paloma. El suelo está más elevado que el resto; bajo él hay un pequeño sótano con bóveda de ladrillo macizo, dispuestos de canto, al que se accede desde la sacristía.
Contó en otro tiempo con un enrejado de madera que separaba el presbiterio o zona más sacra, de la nave, o espacio laico. La finalidad de esta pieza era la de proteger de los frecuentes robos y saqueos, el ajuar artístico y litúrgico del templo, situado en su mayor parte en el mencionado presbiterio.
Son característicos sus poyos interiores a modo de asientos adosados a los cimientos de los muros laterales.