En Segura de León, el desarrollo de los distintos pasos sigue una secuencia, relativamente acorde con los hechos narrados en los evangelios, desde el Domingo de Ramos al Domingo de Resurrección.

JUEVES SANTO

Romanos y alabarderos de la Semana Santa de Segura de León

La primera talla en procesionar es la del “amarrao” o Cristo atado a la columna, en la tarde del Jueves Santo. Este paso procesiona con la escolta de los judíos, extraña denominación que el pueblo da a la cohorte formada por romanos y alabarderos.

Los primeros lucen uniforme de legionario, con “pilium”, “gladius”, “lorica” y “galea” o casco, más o menos fieles en su iconografía a lo que representan.

Los segundos visten uniforme que asemeja al de los soldados de la infantería española del s. XVII, época probable de su fundación. Van armados de espada toledana y la alabarda que les da nombre.

Desde 1754 al menos están presentes en los libros de visita de la Cofradía de Santa Ana.

VIERNES SANTO

En la parroquia al amanecer, tras una introducción homilética por el sacerdote, se oye el “Pregón de Pilatos”, con la sentencia condenatoria de Cristo, cantado por un hombre (por una mujer en el siglo XVIII), con melodía similar a la que empleaban los ya desaparecidos pregoneros municipales:

«Yo, Poncio Pilatos, presidente de la Galilea y regente del Imperio Romano, dentro del palacio de la archi mi presencia (sic), juzgo, condeno y sentencio a muerte a Jesús, llamado por la plebe Nazareno y del patria Galileo por hombre sedicioso, embustero, engañador y contrario a las leyes del Senado, por tumultuoso y no querer pagar el tributo al César, por haber tenido el atrevimiento de entrar con ramos y triunfos en la ciudad de Jerusalén, y alborotador de la plebe, mando, que sea sacado por calles y plazas públicas de la ciudad, llevado por el pregonero al monte que llamamos del Calvario donde se acostumbra a hacer justicia a los facinerosos y malhechores, con la cruz sobre sus hombros, en la que ha de ser crucificado, acompañado de los otros dos ladrones que por hurto y homicidio están condenados a muerte para que cada uno de ellos sean crucificados y paguen sus infamias, mando, sobre la cruz se ponga rótulo de su nombres en las tres lenguas que hoy más se usan que son griega, hebrea y romana para que todos y cada uno de por sí digan: este es Jesús el Nazareno, rey de los judíos, para que reconozcan por un infame y vil, mando, por esta mi justicia que ninguno se atreva temerariamente a impedir esta mi sentencia por mí decretada, administrada y pronunciada con todo rigor según nuestros decretos y leyes romanas. Año de la creación del mundo 5574(cada año se añade uno más) de 25 de marzo (cada año la fecha del viernes Santo). Quien tal hizo, que tal pague.»

A continuación se organiza la procesión del «Paso». Por distintas calles se dirigen desde la parroquia a la plaza de España los pasos de la Virgen de los Dolores y del Nazareno con la cruz a cuestas y siempre escoltados por los judíos y acompañado por las tallas de candelero de San Juan y la Magdalena.

En primer lugar, las imágenes de San Juan y la Magdalena dan una vuelta alrededor de la imagen de Cristo, para hacer luego lo mismo en torno a la Virgen de los Dolores. Con ello se da a entender que Juan y María Magdalena han encontrado a Cristo en el camino del Calvario y así lo van a contar a María.

Luego tiene lugar el paso de la Verónica, que es una mujer a la que acercan el Nazareno para que le limpie el rostro, mientras interpreta esta saeta tradicional:

» ¡Oh, divino Redentor!
¿Dónde vais tan afligido?
Venid a mí que os limpie
Ese rostro tan divino.
¿A dónde vas, ay, mi Redentor?
¿Dónde vas, ay, tan afligido?
Vencerás a tu enemigo
Que al mundo trae oprimido.»

Paño de la Verónica

Extiende el paño y aparecen en el lienzo tres rostros de Cristo, llamadas » Las tres Verónicas» en el siglo XVIII. Una vez retirado el Nazareno se acerca el paso de la Virgen a la que la Verónica le muestra el paño con la triple imagen de Cristo, mientras canta una segunda saeta:

«Virgen que a Jesús buscáis,
por aquí paso, señora,
y aquí se limpió…
y en él el divino Redentor
impregnado quedó.»
Encuentro de Jesús Nazareno con su madre.

Finalmente se representa el encuentro de Cristo con su madre. Delante de la talla del Nazareno se alinean en dos filas los «judíos», con sus espadas desenvainadas. Se acerca ágil el paso de la Virgen para encontrarse de frente con el del Nazareno. El intento es frustrado hasta tres veces por la oposición de los «judíos», que cruzan y golpean sus espadas. Al la tercera vez se oye la voz del ángel, que debajo de la imagen del Nazareno grita «¡Paz!», y abre paso al encuentro de Cristo con su Madre. A continuación la procesión vuelve a la iglesia parroquial.

Tras los oficios religiosos de la tarde, se dice el sermón de las Siete Palabras. Durante la predicación del sacerdote y cada siete años tiene lugar el desprendimiento de un Cristo de brazos articulados que es depositados en la urna mortuoria.

A continuación tiene lugar la procesión del Santo Entierro, a la que sólo asisten varones. Un nutrido desfile de imágenes, que se abre con el paso de la Piedad o del Mayor Dolor y se cierra con el de la Virgen de los Dolores, camina por la calle de la Amargura (hoy Ramírez de Prado), hasta la plaza de España.

Una vez llegadas las dos filas de hombres a la plaza, se realiza el «caracol», en realidad una procesión «serpiente», que se mueve al paso de las «banderas» o pendones con los que se marcan los puntos de ida y retorno de cada una de las «eses», que se describen.

Para cerrar el Viernes Santo, las mujeres tienen su procesión acompañando el paso de la Soledad o Virgen de los Dolores, ya casi al filo de la medianoche.

DOMINGO DE RESURRECCIÓN

Se celebra con todo alborozo subrayado por el repique de campanas y los disparos de escopetas al paso de las imágenes. En la plaza mayor se repite el encuentro de la mañana del Viernes Santo, ahora protagonizado por las imágenes de Santa María y del Resucitado.

La primera es una talla bajomedieval arreglada como talla de candelero hacia 1610, como consta en una inscripción pintada en el lienzo que la envuelve. Cada imagen sigue un itinerario distinto después de salir de la iglesia parroquial hasta encontrarse en la plaza de España, donde el sacerdote entona el cántico Regina caeli, laetare, alleluia, tras incensar las imágenes.

La Banda de cornetas y tambores hace sonar el Himno de la Alegría y el Himno Nacional. Terminados estos actos las dos imágenes vuelven ya juntas a la parroquia. Toda la procesión es acompañada por disparos de escopetas.